Vivimos en un mundo ensombrecido por la incredulidad. Muchos pretenden hacer una virtud de su confesado ateísmo. Afirman que la razón no puede admitir lo que no han visto los ojos, y por lo tanto dicen que no pueden creer en DIOS.
Sin embargo estas personas saben que el dolor, por ejemplo, tampoco se puede ver. Más aún, no tiene olor, ni gusto, ni color. No obstante, ninguno de nosotros duda de su existencia, porque m{as de una vez hemos sentido el dolor en carne propia.
Existen personas que aún se han mostrado desafiantes con DIOS. Entre ellos está Roberto G. Ingersol. En cierta oportunidad mientras estaba pronunciando un discurso, saco su reloj u dijo: "Daré a DIOS cinco minutos para que me mate de golpe por lo que acabo de decir en contra de él". Transcurrió el momento en angustioso silencio, pero nada ocurrió.
Al cabo de los cinco minutos, Ingersol guardó su reloj, en señal de pretendida victoria. Pero un cristiano, que había sido testigo de la escena, momento más tarde comento: "¿Y ese hombre creía que en cinco minutos podía agotar la paciencia de DIOS?"
Se podrá ser tan desafiante como este ateo. Se podrán presentar los argumentos más elaborados para negar la existencia de DIOS creador y sustentador. Pero hay un hecho que nadie puede negar: mientras el ateísmo no ha hecho nada por elevar la moral del hombre, la fe en DIOS ha redimido a millones de almas de sus más negras malvades, y ofrece aliento para sobrellevar las cargas de la vida.
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